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Desde su concepción, se planteó de forma intuitiva que los humanos son seres basados en carbono, mientras que los xenomorfos habrían evolucionado —o sido creados— a partir del silicio, un material química y físicamente más resistente y versatil. Esto explicaría su apariencia metálica, su dureza extrema y la mitología que lo rodea, desarrollada por distintos autores a lo largo de casi medio siglo, con variaciones estéticas mínimas pero sin alterar la esencia del monstruo.
A lo largo de 46 años de su debut en cine, poco ha cambiado en su forma estética el diseño del Xenomorfo. - Foto: Cortesía.
El organismo está equipado con garras, una cola letal y una doble mandíbula: la externa y otra interna retráctil capaz de paralizar o matar. Su sangre es un ácido tan corrosivo que disuelve metales como si fueran espuma. Además, puede adaptarse a distintos ambientes, incluso al vacío del espacio, donde puede hibernar durante años, como se mostró de forma reciente en Alien: Romulus (2024).
Desde el inicio, el Xenomorfo, como fue llamado en una de las escenas de Aliens (1986) vocablo que deriva de "xenos" (extraño, extranjero) y "morfo" (forma), y fue usado para referirse a la vida extraterrestre en general, aunque con el tiempo se popularizó para denominar a esa especie de la saga Alien, representó el miedo a lo desconocido e incontrolable, uno de los ejes principales de la saga que poco a poco se perdieron.
No obstante el éxito de la cinta de James Cameron, fanáticos y especialistas coinciden en que la secuela Aliens redujeron parte de ese terror al revelar que la especie de los xenomorfos funciona como un enjambre y puede ser exterminada con relativa facilidad.
En la serie reciente Alien: Earth (2025), creada por Noah Hawley para FX, transmitida por Disney+, la criatura demuestra una resistencia superior a la que se creía: recibe un disparo directo en la cabeza con un arma de alto calibre sin sufrir daño visible, contradiciendo lo mostrado en la cinta de 1986 dirigida por Cameron.
Esa misma entrega amplía el origen de la especie, pero decepcionó a muchos fanáticos al presentar a la Reina Xenomorfa como entidad central que pone los huevos de los que emergen los Facehuggers, responsables de implantar larvas de aliens en seres humanos. Para algunos, esto derriba el misterio que hacía tan perturbador al monstruo y transforma lo incomprensible en biología funcional incluso emocional.
Aunque la expansión de esta mitología consolidó al Xenomorfo como una amenaza tanto individual como masiva dentro de la ciencia ficción, pero al mismo tiempo le restó incertidumbre y la ambigüedad necesaria para causar pánico que causó en la primera cinta.
El creador de la bestia y ganador de un Oscar
H.R. Giger, artista surrealista suizo y autor del diseño original —por el que ganó un Oscar— sostenía que los monstruos más efectivos son los inexplicables, extraños e inquietantes. Él mismo diseñó incluso el ciclo biológico de la criatura. Su inspiración provino de su pintura Necronom IV (1976), una imagen perturbadora con una figura humanoide de cabeza alargada con forma fálica. Según declaró, el alien no era un simple monstruo, sino una proyección de sus propias pesadillas, en las que se inspiran muchas de sus famosas obras.
El ciclo biológico inicia con huevos correosos de los que emergen criaturas similares a cangrejos o arañas con cola como serpiente, del tamaño de una cabeza humana. Parecen diseñadas para aferrarse al rostro de los huéspedes, aunque en distintas producciones han atacado otras especies generando variantes monstruosas. Estos Facehuggers como manos, saltan del huevo y se fijan al cuello y cara de la víctima, en lo que sería la palma tienen una especie de ventosa, que colocan a la altura de la boca del huésped, por la que transmiten analgesicos que inducen al coma, así este ser toma el control de la respiración y sentido vital de huesped.
El llamado facehugger, surge de un huevo y se fijan al cuello y cara de la víctima, y toma el control de la respiración y sentido vital de huesped. - Foto: Cortesía.
Si otras personas hacen intento de separar esa simbiósis, el llamado facehugger, amenaza con ahorcar al huesped, y si es cortado como en alguna secuencia sucede, su sangre es ácido también. Hasta la fecha no hay forma de deshacer ese abrazo mortal.
En unos días, de la ventosa surge un oviducto que es introducido por la garganta, lo que literalmente es una violación, y curiosamente las víctimas son siempre hombres. El ser implantanta un embrión en la cavidad torácica —en los pulmones, según Alien: Earth—. Una vez cumplida su función de fecundar, mueren.
La larva crece rápidamente y eventualmente parte el esternón de la víctima con un estremecedor crujido emerge entre piel, sangre y trozos de hueso como un tipo de serpiente. A partir de ahí, se desarrolla con rapidez hasta alcanzar cerca de dos metros de altura y actúa guiada por un impulso asesino: mata al nacer y sigue matando mientras vive, ahora, gracias a la última entrega, se sabe que puede comunicarse.
En la película de 1979, el Xenomorfo se mostraba inesperadamente inteligente, sigiloso y táctico. En las secuelas, se convirtió más en una criatura violenta y espectacular que en un ente incomprensible y astuto. Las entregas Romulus y Earth parecen intentar recuperar ese terror primigenio: lo mecánico, lo caótico, lo incognoscible, lo alienígena en el sentido más puro. La inteligencia superior pasó a otra criatura, de una especie conformada por un ojo y múltiples tentáculos.
Queda la esperanza de que el monstruo en las siguientes entregas deje de ser tratado como un enjambre cursi y descartable, que son aplastables como cucarachas, y recupere su escencia de raíz: ser una pesadilla del cosmos, imposible de entender o dominar.