En la actualidad, una tercera parte de la investigación arqueológica se vincula con la actividad de salvamento. La profesionalización cada vez mayor de estas tareas se desarrollan durante la supervisión de obras de infraestructura. lo que aporta información novedosa sobre el devenir del territorio mexicano.
Un buen ejemplo de esto es el descubrimiento de trampas para mamuts en el municipio mexiquense de Tultepec, dado a conocer recientemente por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Con el fin de tener un panorama global de esos aportes, se lleva a cabo el III Encuentro de Arqueología de Salvamento, en el Museo del Templo Mayor, donde cerca de 90 profesionales, entre arqueólogos, pasantes de arqueología, biólogos y antropólogos físicos, dictarán 55 ponencias que demuestran el potencial que la investigación arqueológica puede desarrollar en un ámbito adverso a la preservación del patrimonio cultural.
El coordinador Nacional de Arqueología del INAH, Pedro Francisco Sánchez Nava, comentó que los trabajos de salvamento se remontan 74 años atrás con el acompañamiento que se dio a la construcción de la Presa Solís, en Acámbaro, Guanajuato. Sin embargo, fue el hallazgo por parte de un equipo del entonces Departamento de Salvamento Arqueológico, en 1978, del monolito de Coyolxauhqui, el que abrió una “nueva etapa” para esta labor.
Sánchez Nava destacó que son la Comisión Federal de Electricidad (CFE), la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) y Petróleos Mexicanos (Pemex), las instituciones que más obras han desarrollado en el país, estando el INAH siempre atento a estos proyectos. Esta amplia experiencia es la que debe llevar, dijo, a mejorar aún más la manera de efectuar los salvamentos arqueológicos.
Al respecto hizo un llamado a unificar criterios de intervención, es decir, “debemos definir parámetros de actuación que van, desde la definición de qué elementos son sujetos de intervención para poder realizar un salvamento, hasta determinar en qué casos se tiene que recuperar la información, y volver a enterar vestigios cuya exposición implica su destrucción”.
El titular de la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA), Salvador Pulido Méndez, señaló que la excelente convocatoria de este encuentro, es signo de la salud que guardan estas investigaciones y alienta el trabajo de esta instancia del INAH que en 2020 llegará a las cuatro décadas.
Reafirmó que, independientemente de que se practique en un predio o en una región y “dentro de las condiciones muchas veces adversas de nuestra disciplina —situación que no es exclusiva de México—, el salvamento arqueológico no es solo una opción, es sencillamente una manera más de hacer arqueología”, sostuvo.
Señaló que el trabajo aumentó desde que se incrementado la actividad constructiva. En 2013 se ejecutaron, por parte de la DSA, 23 trabajos entre salvamentos y rescates arqueológicos, y tan solo el año pasado fueron 72, de los cuales 52 fueron salvamentos y el resto rescates, buena parte de ellos en Ciudad de México. Ese mismo año, 2018, se contaron diez salvamentos en distintos puntos del país, entre ellos, Colima, Nayarit, Chihuahua, Sonora, Tabasco, Veracruz, Jalisco, Estado de México y Zacatecas.
De esta variedad, marcada por la geografía, y que comprende lo mismo contextos prehistóricos que prehispánicos, de época virreinal o de la vida del México independiente, da cuenta el III Encuentro de Arqueología de Salvamento, cuya primera jornada arrancó con conferencias dedicadas al Tren Maya, y al reciente hallazgo de trampas de mamuts en Tultepec, Estado de México.
Tren Maya
El coordinador Nacional de Arqueología, Pedro Francisco Sánchez, dio un panorama del potencial arqueológico que se localiza en el área de influencia del proyecto Tren Maya, que correrá por 1,525 kilómetros para cubrir el recorrido de Cancún hasta Palenque, con escalas en Tulum, Bacalar y Calakmul. Cabe mencionar que, de dicha extensión, 446 kilómetros corresponden a Quintana Roo en el Tramo Caribe.
En el trayecto se ubican 30 zonas arqueológicas, más una veintena de sitios que reciben visita, aunque no están abiertos formalmente a la visita pública. A estos habría que sumar 29 cenotes con evidencia arqueológica (incluido Hoyo Negro donde se descubrió el esqueleto de “Naia”, con 13 mil años de antigüedad, aproximadamente), once museos administrados por el INAH y dos Zonas de Monumentos Históricos: Campeche y Mérida; patrimonio ferroviario, y tres sitios declarados Patrimonio Mundial: Calakmul, Palenque y Chichén Itzá.
“Estamos manejando un área de influencia de 30 kilómetros, 15 a cada lado de la vía, porque, obviamente, el Tren Maya sería de alta velocidad, lo que requiere de curvas muy amplias para evitar accidentes”. En ese margen de 30 kilómetros, el arqueólogo anotó que se tienen 1 mil 783 sitios inscritos en el Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos e Históricos, que van desde concentraciones de materiales y sitios de carácter gráfico-rupestre, hasta monumentales.
Por ley, el INAH determinará la factibilidad del proyecto que se presente, una vez que se realicen y se cuente con los resultados de sobrevuelos con LIDAR, técnica de teledetección óptica, la cual permite obtener una muestra densa de la superficie y detectar la concentración de vestigios culturales. Además, deberá contarse con un análisis de mitigación de impacto de obra, planes de ordenamiento territorial, fortalecimiento y mejora de servicios culturales, así como estudios de capacidad de carga ante el aumento de visitantes en las zonas arqueológicas, espacios que también habrá que dotar de equipamiento y mobiliario adecuado, señalización y automatización de proceso de venta de boletos.
...